Revista Vitalogía
¡Poesía a la Lata!


Tras las Huellas
del Verso
En esta sección se presentan las reseñas de los libros recomendados por la revista.

"Cada poema es una pieza de orfebrería única, perfecta, capaz de llevar determinada lengua en la que fue escrito a ser una obra de arte lírica. Otras veces, los poemas, refieren su belleza en la plasticidad, en la lúdica e innovadora forma de presentarnos el poema."
August 11, 2018
Los pálidos señores con las tazas de moca
Autor: Herta Müller
Idioma original: alemán
Título original: Die blassen Herren mit den Mokkatassen
Año de publicación: 2005
Traducción: José Luis Reina Palazón
Reseña: Siuxez Gasvar
Hay poemarios que son toda una sensación. En el caso de algunos este maravillamiento se inclina hacia el aspecto semántico y sintáctico. Cada poema es una pieza de orfebrería única, perfecta, capaz de llevar determinada lengua en la que fue escrito a ser una obra de arte lírica. Otras veces, los poemas, refieren su belleza en la plasticidad, en la lúdica e innovadora forma de presentarnos el poema. Ya en su época, los artefactos de Apollinaire, los ejercicios de Breton, los textos de E. E. Cummings y hasta los hermosos collages de William Burroughs, hicieron saltar por los aires la academia y el límite. Propusieron nuevas maneras de enfrentarse a la hoja en blanco y dieron un nuevo paso para la humanidad gestando así nuevas maneras de abarcar la poesía. Cosa similar ocurre con el poemario de Müller.
En Latinoamérica se está dando un gusto por el poema-collage; ese pequeño objeto donde el artista combina recortes de fotografías, dibujos y texto. En Colombia, Daniela Prado y Stefhany RWagner, son dignas representantes de este movimiento. El experimento que, al parecer, no pasaba de ser un mero ejercicio personal en casi todas las regiones del planeta, se convirtió en milagro, en las manos de Herta Müller, la nobel, reconocida más por su prosa (novela y ensayo), que por su poesía, publicó en 1993 lo que sería su acto revolucionario: El guarda saca su peine, al que le siguió: En el moño mora una señora.
Müller, confesó que estos poemas-collages comenzaron a gestarse en las idas y venidas de sus recorridos en tren y que estaban más pensados como cartas para los amigos que como poemas para un libro.
No obstante, los poemas buscaron su vida y hoy son poemarios de coleccionista, joyas de esas que uno quisiera tener en su biblioteca por ser geniales y únicas. Rarezas de esas que uno prefiere mostrar a los amigos y, por qué no, a los enemigos.
Vater telefoniert mit den Fliegen (Padre llamando a las moscas) es su más reciente poemario-collage, pero es, quizás, Los pálidos señores con las tazas de moca, el libro más reconocido de esta serie y de este hermoso arte.
No bastan las palabras para poder hacer visible las atractivas cualidades de este libro así que atengámonos a unos cuantos ejemplos.
Esta es la estructura básica que maneja la autora. Por un lado, cada verso contiene palabras recortadas de miles de revistas como si fueran los mensajes de una asesino en serie que no quiere dejar ninguna pista, y debajo, al lado o encima de dichos mensajes (a veces, casi incoherentes), encontramos bellos recortes de dibujos o fotografías y en muchas ocasiones ilustraciones de la propia autora.
En el ejemplo de arriba Müller nos muestra un carrito hecho con diferentes objetos: una especie de puerta, un muro con ventana y un pedazo de sandía dispuesto con recortes de otras tantas y tantas cosas más. El poema reza así:
La ciudad del puerto tiene la barriga de agua espumosa
el cielo de carne de sandía el camino rural
para el apartadero una garita de señales y ninguna vía paralela
una boca llena de viento una joroba maíz
apretado muy espetado verde
le pregunté por qué precisamente tú
tienes que marcharte con esas gaviotas de tiza y le miré
de lado mientras hacía las maletas.
Un libro para disfrutar y tener. No siendo más lo que se puede decir en una reseña, dejo otras perlitas de poemario para degustar.

Conozco el fresno ese el
borde del día y la cesta con dos
ruedas conozco también
en mirada redonda el
cuadrado de residencia cuando nadie
mira entonces cambiamos atolondrada
mente la piel.

Entonces vino un hombre con un diente
de oro me preguntó qué es un
paralelogramo entonces dije yo pues no
lo sé entonces dijo no importa madame
conozco a dos que lo llevan como baratija
consigo pero también como plantilla del calzado en días especialmente fríos entonces dije yo si
así lo dice conozco también a uno
personalmente
al otro
de oídas
eso me alcanza ya
bien ordenadamente
para este malestar.